lunes, 28 de enero de 2013

Ambrosía

La sociedad cocina y literatura ha sido fructífera desde que Platón y su Banquete testimonió el poder de una buena comida para generar una excelente conversación.  Recordemos brevemente que este es un diálogo sobre el amor, por eso que al próximo encuentro de Fondo de Libros le preceda una distendida cena, me parece escenario perfecto para hablar sobre los amores, ridículos o no, que relata Kundera en el libro del mes.

Quizás lo primero que venga a la mente cuando se piensa en comida y libros son los recetarios y libros de cocina, como el del Comidista del que hablamos hace poco. Pero ahora mismo me interesa más cuando viandas y gourmets se convierten en parte importante de un relato (como en el Quijote) o incluso en uno de los rasgos que definen un carácter apasionadamente subyugado a los placeres terrenales como en el caso de Heminway o de Manuel Vázquez Montalbán unas veces a través de su alter ego Carvalho y otras veces sin intermediarios, dando lecciones de sabiduría con la humildad de los grandes en conocimientos y en humanidad.
 
Venecia ya no puede ser saboreada sin la pasión que Brunetti demuestra por los platos que le cocina su esposa entre crimen y crimen, los cafetinos cuyo aroma intenso trasciende las páginas de las novelas de Donna Leon y los intensos vinos italianos con los que se riega con generosidad los exhuberantes platos de pasta.

¿Cómo expresar ese momento en el que el enamoramiento se sublima hasta tal punto que se pierde por completo la razón? Estar Como agua para chocolate.
¿Cómo aferrarse con uñas y dientes a la vida? La sexualidad arrolladora de Afrodita hizo  a Isabel Allende sobreponerse a la cuasi-muerte de su hija Paula. 

Hablar de comida en la literatura da un nuevo significado a eso de comer con los ojos, por que por muy sabrosa que sea la vianda, nunca podrá superar lo que una buena descripción a sugerido a la imaginación. 

Nos seguimos leyendo.
¡Buen provecho!

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