miércoles, 30 de mayo de 2012

Una lectura de Y Punto

Ana nos regala su visión particular de Y punto. Es un análisis muy completo y detallado que merece la pena leer.  Os la copio a continuación:

Y Punto es un descubrimiento, me ha encantado y enganchado, aunque se le pueden poner un par de peros. Una novela que tardó 9 años en nacer, con una narración muy preparada para simular esa espontaneidad canalla de la protagonista, como si se hubiera escrito a primera vista...Muy trabajado el texto, la sinonimia, las comparaciones, y por supuesto, las referencias culturales, que se empastan con los pensamientos y divagaciones de la narradora, muchas de las cuales se me han escapado y que sorprende cuando llegas al final y descubres esa riqueza oculta y urbana. 

Un recurso habitual, que demuestra el gran trabajo de artesanía de Mercedes Castro, son las continuas aliteraciones. "...el desagrado que me produce su degradación", hablando de Carlos París, su ex. El sugerente juego de la letra L en la pag. 32: "...soy terrenal, trivial, fútil...fatal...vendaval...carnaval..." o en la pag. 94: "..para no ser vistos ni ver...""...uno a la altura de su cintura", "siempre encerrado, vida y muerte atrapado". Es característico de su discurso ese ritmo, ese canturreo de las palabras, con frases rimadas, pag. 101: "...buscar el objeto desenfocado en la foto del finado"

Y la seña de identidad del discurso, la curiosa y original e incluso algo confusa a veces (pero bien resuelto en general), utilización de las dos personas alternativamente, la 1ª y la 3ª. Consigue así ese relato intimista por un lado, desgarradamente intimista desde luego, y esos retazos objetivos y realistas al mismo tiempo. Tengo que decir también, aunque no sé si debo, que me identifico mucho con ella, con mucho de lo que dice, y con mucho de lo que siente.

Una tipa clara y oscura, hipersensíble y dura.

 

Clara es una contradicción andante, tal y como ella se reconoce. Es, como dice en la pag. 109, "una rebotada descontenta, con problemas de disciplina y un poco insoportable" Y es que da la sensación de que es una rebelde sin causa, porque, a veces, sin motivo aparente, se arranca en un exabrupto desproporcionado e histérico. Responde por un lado el personaje de Clara Deza, subinspectora de policía, a ese cliché de poli duro y amargado, de vuelta de todo, con un pasado dramático, muy al estilo del cine negro americano, de detectives atormentados o justicieros, íntegros sin fin, como Eastwood en Sin Perdón, o Russell Crowe en L.A. Confidencial, con el ceño de Harry el Sucio y el desden de Humprey Bogart. Pero Clara, además, con esa neurosis y esa inseguridad, tan femenina, en el sentido estereotipado de este adjetivo, entendedme. Es como la House de la novela negra (pag. 124). Ella sí es negra. Irreverente y descreída, paranoica e insegura, amargada y amargante, enemiga del mundo...pero justiciera, (como buena tipa dura de la peli), "de las cosas pequeñas".

Para ella, la comisaría es un submundo, una bajada a los infiernos diaria, un entorno asfixiante y decadente, y ella, en su autocompasión constante, en ese vaivén emocional y ese carácter entre descarado y sensible, susceptible hasta casi rozar la paranoia, ella, en el fondo, tiene motivo. Tiene motivo para angustiarse en un lugar de trabajo que la denosta y la mira por encima del hombre (y del hombro, permitidme el juego). Y así, su tendencia al victimismo y ese ambiente claustrofóbico son una combinación explosiva que retroalimenta su pesimismo parloteante. Es una neurótica de manual, con su discurso de profecía autocumplida cuando dice en la pag. 542:"...ese miedo a que no me quieran que hace que no me quieran  a la larga"

La mujer como rebelión, la defensa de género.


Por deformación personal, que no profesional, no puedo evitar aludir a su condición de fémina y a los continuos comentarios machistas y degradantes que la autora deja constancia en toda su desnudez para mayor contraste y como una señal de alarma durante las primeras investigaciones del caso argumental. La referencia más suave y sutil es un término al que yo, le tengo especial manía:  "nenaza"  Me parece despectivo, sexista e incoherente para la protagonista y su discurso.  O referencias más obscenas como cuando la cuadrilla de policias, al descubrir a Olvido en su apartamento: " ...dicen que era una chica estupenda,...con lo guarra que debía de ser". En la pag. 147: "...la víctima...que podría ser perfectamente una mujer, pero no, para ellos es sólo una puta...y a lo mejor, hasta se lo merece". 

Y SÍ, sé que es un retrato de la realidad, pero quizá echo en falta que la autora eleve cada vociferio machista, al escarnio público para denunciarlo. Porque, ( y aquí meto la directa para hacer mi "apostolado" particular), cambiar el mundo opresor de la mujer por la libertad integral, de su vida, cuerpo y sexualidad, supone la crítica y el dedo acusador contra estas proclamas, teñidas de normalidad en las manifestaciones culturales, Si no comenzamos a asumir que debemos desterrar, y estigmatizamos estos micromachismos, no podremos acabar con esa infección que está acantonada en nuestra humanidad desde su alumbramiento antropológico.   Como en la Pag. 318 en la que se habla de Mónica, la mujer fatal del empresario suicidado...era "una pécora...la víbora de turno". La autora aquí, de la mano de Clara, no hace una defensa del colectivo femenino como otras veces, ya que muchos hombres "compran" esposas para presumir de pasearlas con el lazo puesto, para alardear de mujer cañón, de mujer objeto, sin conflictos morales ni amor prometido ni romanticismos. Muchas mujeres en esa tesitura son unas supervivientes que explotan lo que tienen porque hay fieras con braguetas pensantes dispuestos a comprarlas....

Así, en la pag. 143, como si hubiera oído mis pensamientos, realiza un alegato en defensa de la mujer y de ella misma, recuerda que hay leyes, que hay mujeres inteligentes...pero yo, sigo echando de menos lo que considero el quid de la cuestión: la plena libertad sexual y corporal, la libertad de la mujer como dueña y señora de ese cortijo amurallado que es su cuerpo, para hacer con el lo que le de la gana y abrir sus puertas a quien ella quiera. Y rompe y reflexiona con el discurso feminista en el lúcido comentario de la pag 360: "...con esa mierda de la liberación femenina, que mira que nos la han vendido bien...lidiar...con la celulitis en el baño, gimoteando porque no tenemos un cuerpo perfecto..."

Pero no deja de luchar en esta batalla suya. La "solidaridad de género" queda patente cuando dice de ellos "como hombre, no me fío un pelo de él" . Es algo injusta, como todas las generalizaciones, pero es una solidaridad que la mujer tanto necesita, aún en estos tiempos de aparente igualdad plena, quizá legal, pero no social. Todavía no. "Por mi, y todas mis compañeras", alude Clara como reivindicación de ese corporativismo femenino casi inexistente, que si es característico del hombre, y que en la pag. 211 dice: "...para los hombres, el corporativismo (de genero) está por encima del amor". Con todo ello, la personalidad de Clara se conforma durante toda la novela con una cierta misandria, (un término no sé si riguroso), pero que ilustra su aversión, su odio, su rechazo hacia los hombres la mayor parte de su tiempo "...poseo en exclusiva el rasgo de no soportar en un momento dado a los hombres con los que estoy".

Su ironía y su sentido del humor, su sensualidad.


Algo de ternura y romanticismo hay. Pag. 30: Es edificante y dulce la descripción que hace de su marido, Ramón, su alter ego sensato, sus pilares y su techo. Integro y razonable a rabiar. A mi personalmente esa pagina casi completa me atrapa, es un soplo de aire fresco en la oscuridad del libro. La autora nos regala pequeños momentos de tensión sexual, muy en la línea también del rol clásico de poli duro que resulta atractivo al sexo contrario. pag. 268 "...siento una culebrilla que me recorre el cuerpo..." Ese rubor tan nuestro, ante la mirada de un hombre, incluso ella que "va" de dura. La mujer como receptora de míradas, de deseo, como sujeto pasivo de la mirada del otro.

Y mucho humor. Salpicaduras de humor, Pag. 361: "...entra un traje de caballero...con su corbata...y un hombre dentro" Que manera más divertida de decir que va bien vestido. O en la pagina 427, cuando está delante de Virtudes, la madame, la Madrina, "Muchas gracias...me humillo arrebolada como si ella fuera un hada madrina que acabar de concederme un don fabuloso, unos senos atómicos, un clítoris cantor.

He leído en el blog una referencia al término "asaltacunas". Hay otro:  "phsyco gay". A veces, igual que podemos estereotipar por flagrante, por repetitivo, por ignorado, sin temor a lo políticamente incorrecto, que los hombres son más violentos, más impulsivos, más agresivos y que la violencia de género es un eufemismo porque es violencia del hombre hacia la mujer, yo he conectado con esta palabra, porque puede reunir a ese colectivo que, por su condición sexual, conjuga dos clichés: el cliché del hombre, antes comentado, y el de la mujer, con un comportamiento más anguloso, retorcido, sibilino, instigador...siempre desde el estereotipo. Un phsyco gay.

pag. 502, hay una frase preciosa que dice el abogado:  "...su auténtico reto es mostrar afecto, saber comprender, perdonar las debilidades de seres queridos, asumir que no son tan perfectos, tan pulcros e insensibles como él y por eso yerran y tienen vicio, deudas del corazón, flaquezas pese a las cuales ha de seguir amándolos". Es una bonita reflexión sobre el amor incondicional y sobre la empatía y la lealtad a los nuestros.

Clara es un personaje único, sin desperdicio, para lo bueno y para lo malo. Así es ella, pero cae bien. Al menos a nosotras, al menos a mí.

Ana Diaz

 
Gracias Ana. 

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